Hace tiempo que no se me ve por aquí, no es que me haya ido, simplemente no he estado lo suficientemente centrada, por decirlo suavemente. Entre té y té no le he dedicado el tiempo y esfuerzo que requería, esto tengo que reconocerlo y agacho las orejas para que me deis la colleja que merezco.
En otro orden de cosas y entrando ya en materia, os tengo que hablar de los acompañamientos del té; a un estómago agradecido como el mío he de decir que cualquiera le parece bien, desde los más insignes e ilustres sandwiches de pepino ingleses, o sus afamados scoones, a nuestras humildes pastitas de té, sin olvidarnos por supuesto de las famosas wafels o tapatés, esas deliciosas galletas holandesas capaces de aportar en un solo bocado toda la carga calórica necesaria para subir el Himalaya, entre dos gofres una untuosa capa de caramelo espera impaciente el calorcito del vapor del té para fundirse y hacer la experiencia todavía un poquito más placentera. Y es que el té solo está estupendo, pero si lo acompañamos pues mejor que mejor, quizá es demasiado tarde para advertir a los que buscan el té por sus virtudes adelgazantes que mejor hoy no se lean el post. Siempre he sido y seré defensora del té porque sí, porque está bueno,como algo lúdico y maravilloso al margen de los miles de beneficios que mil estudios, y otros mil que vendrán, nos demuestran que tiene.
Y como algo lúdico y maravilloso aparecen todos estos acompañamientos, dulces o salados, pequeños bocados que precisamente por ser accesorios y totalmente prescindibles se hacen sabrosos y magníficos. En una mesa de té se pueden desplegar a las cinco de la tarde toda un abanico de colores, olores y sabores, desde los más refinados y elaborados a los más rústicos y tradicionales. ¿Quién no recuerda con cariño, y cierto saliveo, el olor de la cocina cuando mamá o la abuela hacía galletas? Esas sencillas pero al mismo tiempo sublimes galletas de nata, con esos cristalitos de azúcar por encima, costaba darles tiempo a que se enfriaran para poder comerlas y una vez que se abría la veda, si no las retiraban a tiempo, no quedaba una triste migaja para el día siguiente.
He de deciros, y esto me llena de orgullo y satisfacción, que aunque no he podido hacer que vuestra madre o abuela os vuelvan a hacer las galletas, si he conseguido que Xosé de la granja Casa da Fonte en Lugo se ponga a ello; y con un resultado más que excelente, así que puedo anunciaros que tengo en la tienda esperándoos unas maravillosas galletas de nata, con leche 100% gallega de ganadería ecológica por supuesto, amén de las también fantásticas wafels holandesas para los más golosos.
Y con esto, mientras me sacudo las migas de la camisa os digo hasta la próxima taza.