Junto con el English breakfast este es uno de los tés de mi infancia, no por que lo tomara o tan siguiera tuviera un recuerdo especial de un olor característico, simplemente había una lata gris y muy vieja que rondaba por casa; esa lata me encantaba, no recuerdo la marca del té, pero tenía un mapa dibujado con un barco de vela y una ruta hecha con puntitos que unía Inglaterra y Bombay. Me gustaba por el dibujo y no dejaba de sorprenderme que alguien hiciera todo ese camino sólo para ir a buscar té.
Pasado un tiempo averigüé el motivo, y es que, al fin y al cabo, el darjeeling no deja de ser un invento inglés; me explico, aunque cultivado en India, que allí se plante té es por que los ingleses lo introdujeron desde China, concretamente fue en el siglo XIX mun doctor llamado Campbell quien lo hizo, el resto es historia.
Cuando empecé a adentrarme en el mundo del té, por supuesto el Darjeeling fue uno de los primeros tés que probé, tengo que decir que me no me esperaba ese sabor ni por supuesto su aroma, con un toque como floral. Acostumbrada como estaba al té negro aquello no tenía nada que ver, más suave y si le echaba leche era horrible, y con limón la mezcla tampoco funcionaba; vamos, un té para tomar sólo. Para estar considerado como el rey de los tés, o el champagne de los tés, por todas sus características, es curioso como para mi este té tiene un carácter terapéutico, no puedo dejar de pensar al tomarlo, como aquella pequeña decisión medio casual y medio experimento de probar a ver que tal funcionaba el plantar té en aquella remota región india, devino en uno de los mejores tés del mundo; y es que a veces, estas cosas del azar, de improvisar y probar algo nuevo, te llevan por caminos insospechados y con un final más que feliz. Otras veces cuando vamos por el camino que se supone marcado de antemano, cumpliendo todos los pasos que se supone debemos dar, acabamos empotrados contra un muro.
Quizá la historia del Darjeeling me enseña que los experimentos a veces funcionan, que dejar lo previsto y trillado y lanzarme de vez en cuando a la aventura puede derivar en un camino que me lleve por donde nunca imaginé. Un camino que me haga feliz, de una manera distinta, única, como el propio Darjeeling, incomparable, pero auténticos los dos siempre.
Nos vemos en la próxima taza.