Uno de los tés verdes más solicitado es el té verde moruno, un blend de gunpowder y menta piperita, ambos de cultivo ecológico. Un té fresco y digestivo, lo del frescor no hay ni que dudarlo, en cuanto abres la lata el aroma de la menta te asalta y su frescor, literalmente, va directo a los ojos y los pulmones; todo esto hace que sea un té muy apreciado entre mis clientes y en el que tengo muchísima confianza.
El caso es que el otro día me encontraba yo disfrutando de una merecidísima cerveza, cuando el propietario del local me preguntó si era yo la chica de los tés; después procedió a informarme sobre como su hijo había comprado té moruno y que se sentía bastante defraudado, yo me acordaba perfectamente del chico y mi cara de circunstancia debió ser un poema, porque acto seguido me dijo que la culpa era de su hijo que era un cabeza de chorlito. Sin salir de mi asombró me excusé y le dije que lo sentía muchísimo, y es que me duele en lo más profundo de mi corazoncito cuando alguien prueba un té y no les gusta, no lo puedo evitar; también le comenté que me sentía un tanto extrañada ya que es un té que agrada mucho y le recordé la conversación que había mantenido con su hijo sobre el proceso de elaboración para obtener un buen té moruno y la necesidad de añadir hierbabuena fresca. Contestó que no sabía si había seguido los pasos, ni si había añadido la plantita en cuestión y que el problema era que el quería un té que supiera como el que hacía su madrina de Algeciras, y claro, este no sabía igual. Le volví a repetir las instrucciones para preparar el té y terminamos la conversación.
Me quedé en la mesa mirando mi caña y lo único que pude pensar fue: nunca sabrá como el té de su madrina de Algeciras; y es que el muchacho me habló de ella en la tienda, de su madrina y de cuanto le gustaba el té moruno que preparaba, en su forma de hablar se notaba el cariño que les tenía, tanto a ella como a su té; así que en cierto modo, realmente no sé por que me extrañó la noticia ya que era lo más lógico.
Por una parte está toda la cuestión técnica, por decirlo de alguna manera, los pasos e ingredientes que hacen un buen té moruno, en esto, con habilidad y mucha práctica no hay problema. La segunda parte ya es más complicada, ningún té en el mundo será el de su madrina, jamás de los jamases, si para él es el mejor té, lo seguirá siendo, y no habrá nada que lo pueda cambiar. Él y su madrina están unidos emocionalmente y el té que ella prepara resume y materializa ese cariño, me explicaré.
La parte técnica, que me encanta, primero de todo: coges todo lo que sabes sobre el té verde y lo tiras por la ventana, eso de la temperatura del agua, periodo de infusión, bla, bla, bla…. después te armas con tu tetera, un cazo, el té moruno y la hierbabuena fresca, azucar moreno en una cantidad generosa y manos a la obra.
Hierves el agua, la viertes en la tetera, esperas un minuto y la desechas, vuelves a hervir agua, echas el té en la tetera (cucharadita por persona, más una para la tetera) viertes el agua en la tetera, esperas 30 segundos y desechas este agua (acabas de lavar el té para quitar el amargor) vuelve a añadir agua hirviendo (divertido, eh? ya van tres!) y ahora si, por fin, deja reposar unos minutos, añade la hierbabuena y el azúcar, mézclalos batiendo el té, no se remueven nunca los ingredientes con una cuchara, coge un vaso, escancia el té desde una cierta altura y devuélvelo a la tetera, repite la operación varias veces, para esto no hace falta que saques tu pose asturiana con la sidra y te vengas arriba, es una cierta distancia, no un mundo de ella. En estos movimientos no sólo los ingredientes se junta, además el té se oxigena, con lo que el sabor se ve intensificado. Para servir el té en los vasos debe escanciarse también. La tradición dice que se sirve tres veces, el primer té amargo como la vida, el segundo fuerte como el amor y el tercero dulce como la muerte. Hasta aquí la primera parte, que como ya he dicho, con un poco de práctica es fácil de cumplir.
La segunda, y realmente importante, hace totalmente imposible que cualquiera de los tés del mundo mundial llegue nunca a estar a la altura del té moruno de su madrina; puedo ofrecerle un té, si, pero no le puedo dar el viaje a Algeciras, ni los recuerdos, ni las conversaciones, ni los olores y sabores. Con cada té que compartió, aunque él no fuera consciente, en su memoria se han ido grabando emociones y momentos especiales que hacen del té de su madrina algo único e inimitable, algo que nunca nadie podrá hacer igual. Esto puede parecer una condena a la nostalgia a perpetuidad, si, pero también a la felicidad que sólo esos momentos llenos de ternura tienen aunque sean del pasado. Y es que el té es en cierta manera sentimiento, cercanía, un acto de cariño que propicia la intimidad y las confidencias, crea lazos y une de una manera natural, espontánea, hace amigos a los desconocidos y propicia las mejores charlas. En soledad el té evoca, nos trae de nuevo ese viaje, esa persona, esos olores y sabores que creías olvidados, te lleva por un momento a un lugar mágico, a ese momento que te gustaría revivir una y mil veces y que te calienta el corazón.
Nostálgicamente os deseo un buen té y nos vemos en la próxima taza.